Conclusiones
sobre el abordaje quirúrgico en el adulto mayor.
Es necesario una correcta valoración preanestesia
del riesgo cardiovascular y la adecuada monitorización durante la
intervención para la detección y el tratamiento posible de las
complicaciones hemodinámicas asociadas al procedimiento.
Debe considerarse un cese en el tratamiento
antihipertensivo y cardiológico de dos 2 horas previas a la cirugía a
causa de las dificultades del retorno venoso durante el procedimiento.
El relleno vascular debería optimizarse en
todos los casos antes de administrar la anestesia.
El aplazamiento de la cirugía debe tenerse en
cuenta cuando la presión diastolita se encuentra por debajo de 110-120
mmhg.
Los pacientes con enfermedad cardiaca suelen
estar en tratamiento heparinico, por lo tanto presentan un mayor riesgo
de hemorragia.
Los cambios fisiológicos normales por la edad
incrementan la probabilidad de alteraciones de la función renal durante
la cirugía y en el postoperatorio.
El paciente quirúrgico anciano es virtualmente
de elevado riesgo para cualquier causa de fallo renal agudo, situación
que se asocia a una mortalidad de más del 50%.
En general los ancianos tienen una estancia más
alargada después de una operación, reflejo de una tasa de conversión
mayor y del número aumentado de complicaciones con respecto a la
población general.
En el periodo postoperatorio una de las
principales preocupaciones es la función respiratoria, se describen
complicaciones específicas asociadas a este tipo de pacientes como el
edema agudo de pulmón. Por esta razón es necesaria una correcta
fluidoterapia postoperatoria.
Los ancianos tienen probablemente, una larga
historia de enfermedad litiasica vesicular y más crisis agudas.
La cirugía programada en los pacientes ancianos
se asocia también a una elevada conversión y morbilidad en comparación
con los jóvenes, ya que el procedimiento es más dificultoso en los
pacientes de más de 65 años.