Arias Muñana E, Ariza Zafra G, Bajo Peñas L. Tratado de
Geriatría para residentes. Madrid: Sociedad Española de Geriatría y
Gerontología;2006.
Anciano Sano, enfermo, frágil.
A
pesar de que el concepto de la fragilidad se haya ampliamente extendido en el
ámbito de la geriatría y gerontología, la palabra frágil sigue utilizándose
muchas veces de manera inadecuada. Se define, con otras palabras a un anciano
frágil como aquel que todavía es independiente pero que corre un gran riesgo de
volverse dependiente. Existen dos modelos que explican la definición de la
fragilidad: el primero de ellos llamado modelo de brocklehurst la define como
el miedo de perder la capacidad de seguir viviendo en la comunidad, esto puede
llevar a la dependencia, a la institucionalización y por último a la muerte. El
segundo modelo de Buschner define la fragilidad desde un punto de vista mas
biológico, así las manifestaciones clínicas serian el inicio de la fragilidad.
Ambos modelos pueden ser integrados considerando la fragilidad como un continuo
que se inicia con una perdida de la reserva fisiológica del organismo
suficiente para provocar un principio de deterioro funcional, si este progresa
lleva al individuo a una situación de vulnerabilidad que requiere la utilización
de recursos sanitarios y sociales. Si estas necesidades no son cubiertas se
produce la dependencia, que más tarde puede llevar a la institucionalización y
finalmente el fallecimiento. A la hora de detectar la fragilidad en un anciano
encontramos gran variedad de criterios donde los más destacables son las
actividades básicas de la vida diaria y las instrumentales.
En
cuanto a las actividades básicas de la vida diaria (comer, higiene, vestirse,
movilidad…) marcan la falta de independencia en el autocuidado y por lo tanto
la necesidad de ayuda de otras personas. Estas pueden utilizarse como
indicadores o marcadores de la fragilidad. En cuanto a la valoración de las
actividades instrumentales de la vida diaria (limpieza del hogar, lavar la
ropa, tomarse la medicación…) son más complejas y requieren un mayor nivel de
habilidad para ser ejecutadas, por eso muchos autores las consideran como
indicadores de riesgo de la discapacidad y marcadores de la fragilidad.